Se había prometido a sí mismo que no habría más nantio modificado.
Sin embargo, las cosas no estaban yendo cómo él habría deseado. El antídoto estaba lejos de encontrarse listo a tiempo. Y cada vez eran más las personas que, al verse desprovistas de sus dosis, parecían enloquecer… ¿Cómo habían podido llegar a aquello, cuando él solo había pretendido salvar vidas?
Antes, él solo era un hombre normal. Un investigador dedicado a su obra. Ahora que había conocido a las bestias que mandaban en las calles de Nased, ya no podía decir lo mismo. Había comprendido como, para aquellas bandas y sus aliados, el fin justificaba los medios. Y había conocido al verdadero rostro de la violencia.
Las muertes ya no eran solo cosa de Marloc, sino una constante en las noches de Nased.
Su familia, seguía desaparecida. Sus supuestos aliados, se habían esfumado. Algunos de sus compañeros habían muerto o sido capturados, sin que pudiera hacer nada por ellos.
Y ahora, cuando Faruq parecía estar corriendo la misma suerte que los adictos de las calles, y mientras que su antídoto ni si quiera estaba dando resultados para ayudarle, perdían el laboratorio en el que poder investigar lo más deprisa posible.
Cada vez le era más difícil garantizar su supervivencia, y si él caía, no habría cura ni remedio posible.
Todo parecía ir en su contra, a la par que más muertes y desgracias se sumaban al peso de la carga que portaba su conciencia.
Sí, se había prometido a sí mismo que no habría más nantio… Pero, a veces, había promesas que uno no podía mantener aunque quisiera.
No a cualquier precio.
Por Hnos. Favnia y Sigeiror
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