Introducción...

Nased, una de las ciudades más corruptas de la nación del desierto, está sumida en una guerra de bandas que tiñe sus noches de sangre.
En medio de toda una ola de caos y violencia, los destinos de varias personas se cruzan en torno a la pieza más valiosa del tablero: El Alquimista. Un misterioso médico que ha sido capaz de desarrollar una fórmula única que puede tanto mejorar el mundo y salvar vidas, como condenarlas a la adicción y la deshumanización más absolutas...

domingo, 11 de diciembre de 2016

Absí [Partida 1]

Una celda, tres presos, 6 guardias y Marloc. Ese Marloc, ¿acaso es tan poderoso como parece? Desde luego todo apuntaba a que lo iba a descubrir.
Ahí estaba yo, extenuada, esa herida en la pierna me ardía. Solo recuerdo haber sangrado mucho en ese intento de huida. Fallé, maldita sea, recuerdo perfectamente el movimiento y se de sobra que he entrenado mil veces para desviarlo sin problemas. Pero fallé.

Y aquí estoy, con una espada que me dice que mate a mi compañero. Él se preocupó por mi, me recogió en esa delirante huida mientras yo yacía en el suelo. No lo iba a matar, eso lo tenía claro. He asesinado a muchas más personas de las que recuerdo, pero esto iba a ser distinto.
Solo resonaba la voz de Marloc en mi cabeza, como si a pesar de estar a mi lado nos separaran días de distancia. Y mi cuerpo reaccionó a pesar del dolor de las heridas y el cansanció acumulado. Dirigí mi espadazo hacia Marloc y el por supuesto, respondió. Ordenó a sus guardias que no se acercasen como si de un juego se tratase para él. Pero yo combatí, y lo hice bien. 
Mis pasos fueron ágiles, como si hubiera sacado fuerzas de la nada. Golpeé a Marloc varias veces, pero el cansancio hizo mella en mí y de repente todas mis fuerzas se agotaron. Mi cabeza seguía pensando el siguiente movimiento, pero mi cuerpo se rindió. Y solo tengo un último recuerdo. Un recuerdo oscuro, pues Marloc agarró mi mano y como si fuera una marioneta y dirigió la espada hacia el cuello de mi compañero. No pude reaccionar, no tenía fuerzas, estaba herida y agotada, y ahora, mi compañero estaba muerto. Por mi culpa.

Por Hno. Kerian

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