Una celda, tres presos, 6 guardias y Marloc. Ese Marloc, ¿acaso es tan poderoso como parece? Desde luego todo apuntaba a que lo iba a descubrir.
Ahí estaba yo, extenuada, esa herida en la pierna me ardía. Solo recuerdo haber sangrado mucho en ese intento de huida. Fallé, maldita sea, recuerdo perfectamente el movimiento y se de sobra que he entrenado mil veces para desviarlo sin problemas. Pero fallé.
Y aquí estoy, con una espada que me dice que mate a mi compañero. Él se preocupó por mi, me recogió en esa delirante huida mientras yo yacía en el suelo. No lo iba a matar, eso lo tenía claro. He asesinado a muchas más personas de las que recuerdo, pero esto iba a ser distinto.
Solo resonaba la voz de Marloc en mi cabeza, como si a pesar de estar a mi lado nos separaran días de distancia. Y mi cuerpo reaccionó a pesar del dolor de las heridas y el cansanció acumulado. Dirigí mi espadazo hacia Marloc y el por supuesto, respondió. Ordenó a sus guardias que no se acercasen como si de un juego se tratase para él. Pero yo combatí, y lo hice bien.
Mis pasos fueron ágiles, como si hubiera sacado fuerzas de la nada. Golpeé a Marloc varias veces, pero el cansancio hizo mella en mí y de repente todas mis fuerzas se agotaron. Mi cabeza seguía pensando el siguiente movimiento, pero mi cuerpo se rindió. Y solo tengo un último recuerdo. Un recuerdo oscuro, pues Marloc agarró mi mano y como si fuera una marioneta y dirigió la espada hacia el cuello de mi compañero. No pude reaccionar, no tenía fuerzas, estaba herida y agotada, y ahora, mi compañero estaba muerto. Por mi culpa.
Por Hno. Kerian
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