Jadeó, y su propia voz le sonó extraña. Sudaba, notaba sus escasas ropas pegadas a su cuerpo, tanto que casi asfixiaban. La piel le ardía como si estuviera en llamas y la ansiedad le mantenía doblado, oprimiéndole el diafragma como si estuviera recibiendo una paliza continua.
A todo ello se sumaban las migrañas, los temblores y las náuseas que evitaban que pudiera retener ningún tipo de alimento en su organismo. La boca le sabía ácida por culpa de los vómitos reiterados y su olor acorde parecía haberse instalado perennemente en su olfato.
En resumen, Faruq estaba teniendo un mal día.
Volvió a darse la vuelta sobre las sábanas empapadas, y fue como girarse sobre una cama de clavos. Cada movimiento era una tortura, cada minuto una eternidad. Hundió el rostro en la almohada y volvió a gritar, llamándola. Intentaba que el eco ahogado de su voz no se escuchara más allá de la puerta cerrada de la espartana habitación.
Aunque en su fuero interno suplicaba porque sus gritos traspasaran el vacío que se había instaurado entre él y su diosa; su intento resultó fútil. Era como gritarle clemencia a una figura que se aleja en el horizonte, sabiendo que te está dando la espalda.
La soledad le embargó de nuevo, hasta el punto de desgañitar otra vez su garganta por pura desesperación. Quería… No, necesitaba una dosis de inmediato.
No podía más, no podía soportarlo ni un minuto más…
Por Hna. Celica Soldream
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Agradecemos cualquier comentario y crítica, pero pedimos responsabilidad y madurez al participar. Comentarios ofensivos o flamers serán borrados sin previo aviso.